La Estrella de la Mañana

Esta entrada es algo diferente, dentro la sección “reflexiones”. En una época de cambios en la que me encuentro inmerso, la semana pasada me decidí a escribirle una carta a mi hija tratando de animarla porque deja a sus amigas y su vida aquí, y desearle también unas buenas vacaciones con la familia, mientras yo termino la odisea administrativa de la mudanza y el regreso a España.

Hablando con algún que otro compañero y algunas amistades, llegamos a la conclusión de que estos sentimientos en los menores son algo común. También entre todos los padres o madres que cambiamos regularmente de residencia, los que sufren enfermedades, cambios familiares, o un sinfín de vicisitudes que cada persona capea lo mejor que sabe. Nos duele, lo sentimos, lo sufrimos, y nos roba parte de nuestro sueño, en algún que otro momento. La carta real se la dejo solo a ella. No obstante, esa carta podría ser la de cualquiera de vosotros a vuestras Estrellas de la Mañana, como llamo yo a mi hija. También podríais ser esos hijos e hijas que recibieron una como muestra de amor de vuestros padres y madres en situaciones parecidas.

En la carta le hablo sobre el amor insuperable hacia los hijos, y de cómo siempre la abuela Beni (mi madre), recalca que el amor a los hijos es el más grande, auténtico y distinto que una persona puede sentir, hasta el punto de que uno no sabe lo que es el verdadero amor hasta que no tiene hijos. Después de ser padre, ya con nueve años a mis espaldas, he de decir que es cierto. Pero yo haría una apreciación a todo eso. No es que sea un amor más grande, sino que está en una liga distinta. No lo llegas a comparar con el amor de pareja o cualquier otro, porque son incomparables. En este no hay roturas, no hay altibajos, no hay dudas, no hay intereses. Esta ahí, permanece, y en la mayoría de los casos conlleva el mayor de los sacrificios que harás por otra persona.

Más adelante, le comenté lo orgulloso que estaba de ella, por cómo había pasado esta etapa en un país extranjero, lo que había aprendido, y los valores que había ganado. Escribo esto ahora y vuelvo a sentir la misma hinchazón en el pecho que hace una semana. El orgullo de ver que esa persona crece y se empieza a desempeñar por sí misma, con unos valores hacia los demás que muchos adultos querrían para sí.

Le expuse que entiendo su tristeza por abandonar la vida que tiene ahora y que tanto le gusta, sumado a todos los cambios que sobrevienen a su edad. A mí también me pone algo triste, crece tan rápido… Sin embargo, estas aventuras que vivimos son las que nos hacen evolucionar, y esa tristeza no es más que un síntoma de que ha disfrutado, de que ha sido una aventura que la ha hecho crecer. Quise que se quedara con esa idea de explorar, de ser curiosa, de querer mirar más allá, de ser ciudadana del mundo, como nos gusta decir en casa. Que los cambios no podrán evitar que su papá y su mamá se desvivan por ella en cualquier situación. Hacerle entender que hará nuevos amigos, y que entre tanto estaré ahí para ser su mejor amigo y compañero de juegos. Porque igual que me ilumina a mí, lo hará con la gente que la rodea como viene siendo habitual en los coles por los que pasa.

Le he deseado el mejor de los veranos con la mayor cantidad de sonrisas y amor por parte de la familia, que la adoran. Y que en breve estaremos juntos otra vez bromeando y afrontando nuevas aventuras.

A los padres y madres a lo mejor esta entrada os saca una sonrisa y os veis reflejados. A los que no tengáis hijos, pues espero que también lo sintáis como una entrada simpática y alegre. Si algún día decidís abrir esa puerta de tener descendencia, a lo mejor os acordáis de esto.

En definitiva, este es el amor hacia los hijos, quizás la mayor muestra de sinceridad que nos queda a los adultos en un mundo cambiante, acelerado y lleno de máscaras, donde parece que casi nada tiene valor real si no está apoyado por estadísticas y marketing. Ellos son un ancla para tener los pies en la tierra, una guía para ser mejores, algo que sí permanece.

En mi caso, Lucía es mi Estrella de la Mañana.

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