Najah

5 enero de 2009

Sus ojos se abrieron. Sintió como si despertara de un sueño, mas no escuchaba nada, solo el zumbido atronador del silencio. Su cuerpo no le pertenecía. Quería moverse, pero notaba una presión enorme en la pierna izquierda. De pronto, un dolor agudo se hizo presente. Quiso gritar, pero en su lugar tosió con fuerza y de su boca salió un polvo fino grisáceo. Su garganta estaba completamente seca. Se tocó la cara y miró su cuerpo yaciente en el suelo, se encontraba cubierta de ese polvo. A su alrededor, solo veía los escombros de lo que una vez fue el edificio de apartamentos donde vivía con su familia en la ciudad de Gaza. Una abertura en el techo dejaba entrar la luz del día e iluminaba tímidamente la estancia. No sabía cuánto llevaba allí, ¿unas horas, unos días?

Habían pasado unos minutos, cuando escuchó voces en hebreo que hablaban de encontrar supervivientes.

—¡¿Encontráis alguien vivo?!

—¡No mi sargento! ¡Los bombardeos han hecho un gran trabajo! —gritaba a lo lejos un soldado del pelotón de “limpieza”. Esos que usan las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), tras los bombardeos masivos a centro urbanos para terminar el trabajo de exterminio de la población palestina.

—¡Aquí! ¡Hay varios vivos entre los escombros! —se oyó en otra estancia del ruinoso edificio.

—¡Terminad con ellos! —ordenó el sargento. —¡Ninguno de estos animales saldrá de aquí con vida!¡Matadlos!

—¡A sus órdenes mi sargento!

Najah alcanzó a oír la orden de matar a esos supervivientes. Al cabo de unos segundos, oyó el sonido de tres disparos separados por unos segundos entre ellos. A sus doce años, Najah había tenido la muerte cerca más de una vez, y conocía a vecinos que habían perdido familiares y amigos a manos de las FDI. Aun así, el pánico se apoderó de ella. Si no se movía la encontrarían.

Las lágrimas salieron de sus ojos y al mezclarse con el polvo de los escombros, dibujaron en su cara unas ojeras negras que cubrían sus mejillas. Se acordó de su madre, de su padre, y de su hermana pequeña de tres años. Todos estaban en la sala cuando ocurrió la explosión. No los veía, no los escuchaba… No quedaba tiempo, solo podía sobrevivir.

Intentó sacar su pierna de debajo de los escombros, estaba atorada. La agarró fuerte con las dos manos y tiró, tiró con una fuerza gigantesca, de esa que surge cuando la vida te va en ello. La pierna empezó a moverse y a salir, mientras los trozos de piedra le rasgaban la piel. Sintió una laceración profunda, y la piel de su muslo se abrió como el queso que se funde al cortarlo con un cuchillo al rojo. Tras el último tirón, la pierna abandonó su prisión y Najah dio un gemido de dolor que trató de ahogar en su cuerpo sin éxito.

—¡Mi sargento he oído algo! ¡Parecen gritos!

—¡Ve a mirar! —contestó el sargento.

La joven se agarró el muslo y ató un trozo de tela raída alrededor. Con la mano ensangrentada se apoyó en un trozo de columna y trató de ponerse en pie. En ese momento se dio cuenta de lo dolorida que estaba realmente. Se habría caído de nuevo al suelo sino fuera por la voluntad firme de sobrevivir. La rodilla izquierda estaba bastante hinchada a causa del aplastamiento y ya tenía un tono oscuro. No podía flexionarla, andaba con dificultad, como si toda la pierna fuera de madera. Se abría paso a través de los escombros, subiéndolos o arrastrándose bajo ellos a duras penas.

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El soldado llegó a la habitación derruida dónde suponía que escuchó el gemido. No había nadie. Paseó por ella, examinando cada escombro y mobiliario destrozado. “Esto debía ser un salón”, se dijo a sí mismo. Al fondo, cerca de una abertura en la pared divisó una mancha de sangre en un trozo de columna. Su presa se movía, sonrió.

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Najah no podía más, tenía hambre, sed, y su cuerpo estaba al borde del colapso.

—¡No puedes huir rata palestina! ¡Será mejor que te detengas y dejes de esconderte! —gritó el soldado en tono burlesco y cantarín. Najah lo escuchó más cerca que la última vez. Se estaba acercando, podría alcanzarla en cualquier momento.

Sin detenerse siguió huyendo por los pasillos del edificio, cruzando apartamentos y buscando una salida. Su casa estaba en el primer piso, así que con suerte podría alcanzar la planta baja y la posterior salida a través de algún hueco en muros o escaleras. En la sala dónde se encontraba vio la pata rota de una mesa, la agarró. Sería su cayado y su arma si llegaba la ocasión. Apretó los dientes, y repitió su nombre para sí recordando su significado, ahora más que nunca. Al girar una esquina se encontró en un largo pasillo que efectivamente daba a la salida del edificio. Casi lo había conseguido. Empezó a caminar sorteando los infinitos bloques de piedra repartidos a lo largo del mismo. Veía la luz del exterior más cerca, y en su cara empezaba a sentir una corriente de aire. En esta época del año el aire era fresco.

—¡Alto! ¡No te muevas! —Najah se detuvo y sintió un sudor frío recorriendo su espalda. —¡Vaya eres una mujer! ¡Una zorra escurridiza! —oía como se acercaba y se abría paso a través de los mismos escombros que ella. Seguía de espaldas a él. Con sus ojos trataba de buscar de manera ansiosa una salida en medio de ese pasillo. —Ahora vas a ver lo que es bueno, me has hecho recorrer todo el maldito edificio para encontrarte, cuando ya podía estar fuera hace rato. ¡Malditos animales!

De súbito, Najah se dejó caer al suelo tras un trozo de hormigón, el último que había sorteado. —¡Eh, no te muevas! ¡Maldita puta! —el soldado esprintó la última decena de metros y al saltar el obstáculo no vio a Najah, solo su pie que se escurría por una abertura y desaparecía. Justo detrás del bloque de hormigón había un agujero en el muro del pasillo que lo comunicaba con uno de los apartamentos de la planta baja. —¡Maldita seas hija de perra! ¡Vas a sufrir! —apuntó con su fusil al hueco, puso la aleta selectora en modo ráfaga y pulsó el disparador, haciendo que el rifle escupiera media decena de balas. El eco de los disparos retumbó en el pasillo, y al otro lado pudo escucharse el grito de la joven. —¡Ajá ya eres mía! ¡Voy a por ti! —el soldado se agazapó y empezó a cruzar el agujero en busca de su presa.

Najah sintió una punzada en un riñón como si la hubieran alcanzado. Se cayó al suelo, soltó la pata de madera y siguió gateando con dificultad. Pensaba que ya no tenía escapatoria. Una figura femenina la saludaba, sentada sobre una piedra en la habitación de en frente. La miraba impasible, como si fuera una espectadora de una película que nada tenía que ver con ella. Le pareció que incluso le sonreía, que la instaba a llegar hasta ella en la otra habitación. Najah gateó apresuradamente, cruzó el marco de la puerta a la siguiente habitación, y se sentó a un lado de este justo detrás, agotada. Escuchó otro rafagazo en su dirección que hizo saltar trozos de piedra, y también hizo caer los marcos de algunas ventanas al suelo. Los restos del edificio crujían como si fueran a desplomarse sobre sí mismos. —¡Ya eres mía maldita ramera!

Najah agarró una piedra del suelo para a continuación apuntar al hueco de la puerta. La imagen le decía: —Prepárate, ahí viene. —La joven tensó sus músculos y concentró toda la fuerza que le quedaba en su brazo derecho. El soldado irrumpió en la habitación como una exhalación, con su fusil apuntando hacia delante. Najah soltó su brazo como si de un hondero se tratase, acompañándolo de un grito de rabia: —¡Ahhh! —y la piedra salió disparada e impactó en el soldado israelí. Este se tambaleó hacía un lado a causa del golpe, pero gracias al casco que llevaba puesto, se recobró rápidamente y apuntó a la joven que ahora sí, yacía sentada contra la pared con las palmas de sus manos boca arriba. Su mirada lo traspasaba. Ella veía detrás a esa mujer, sonriente y expectante.

—Aquí se acaba tu viaje, ve a reunirte con tu falso Dios —dijo el soldado mientras se preparaba para ejecutarla.

En ese momento, un crujido gigantesco resonó en la habitación y en menos de un segundo el techo del piso superior se precipitó sobre el soldado, aplastándolo bajo los cascotes ante la mirada perdida de Najah.

—Todavía no es tu turno —le pareció escuchar, y sus ojos se cerraron.

Comentarios

2 respuestas a “Najah”

  1. Avatar de
    Anónimo

    Interesante y Profunda historia, pura realidad…. Enhorabuena

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    1. Avatar de NMR

      Me alegra que te haya gustado

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