Estoy sentado en medio de la cafetería Cộng Cà Phê, rodeado de gente y a la vez solo. El ruido es ensordecedor. Los compañeros pasan a mi lado, saludando y deseando un buen día, pero estoy solo. El camarero me trae un café y lo sustituye una y otra vez por otro caliente cuando este se enfría, siempre queda lleno en mi mesa. Mis lágrimas caen en la mesa, porque yo no encajo, no me siento parte de un todo, creo que no lo entienden. Estoy solo. Efusivamente me hablan y me relatan sus peripecias del día a día en un lugar tan lejano y diferente de España como este. Tan acompañado siempre, y tan solo al mismo tiempo.
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